Las enfermedades hepáticas crónicas, particularmente la cirrosis hepática, constituyen un problema de salud global de primer orden, con implicaciones epidemiológicas, clínicas y socioeconómicas significativas. Según evidencia científica reciente, estas patologías representan la duodécima causa de mortalidad mundial, siendo responsables de aproximadamente 2 millones de decesos anuales. En este contexto, dos factores etiológicos destacan por su prevalencia e impacto: el consumo nocivo de alcohol y las infecciones por virus hepatotropos, principalmente los tipos B (VHB) y C (VHC). Estos agentes, de manera independiente o sinérgica, desencadenan una cascada fisiopatológica que progresa desde la esteatosis e inflamación hepática hasta la fibrosis avanzada y la descompensación cirrótica.
A nivel global, el alcoholismo se asocia con el 50-60% de los casos de cirrosis, con una clara relación dosis-respuesta. Estudios metabólicos demuestran que la ingesta crónica de etanol induce estrés oxidativo, disfunción mitocondrial y activación de células estrelladas hepáticas, mecanismos clave en la patogénesis de la fibrosis. En Cuba, pese a los avances en salud pública, el patrón de consumo de alcohol -especialmente en grupos de riesgo como adultos jóvenes y varones- sigue siendo un determinante crítico de morbimortalidad hepática. Datos preliminares del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) sugieren que las provincias occidentales presentan mayores tasas de hepatopatía alcohólica, posiblemente asociado a factores socioculturales y disponibilidad de bebidas etílicas.
El boletín bibliográfico Bibliomed, en su edición del mes de Agosto 2025, presenta una actualización sobre “Cirrosis y enfermedades hepáticas crónicas: alcoholismo y hepatitis como factores clave” 